Short Description
En cuanto a los judíos de Banû Qînqâ‘; no pudieron controlarse después de la victoria de los musulmanes en Badr, así que empezaron a declarar su enemistad y rencor hacia ellos (los musulmanes),
Tercero: ¿Qué hicieron los Banû Qînqâ‘?
En cuanto a los judíos de Banû Qînqâ‘; no pudieron controlarse después de la victoria de los musulmanes en Badr, así que empezaron a declarar su enemistad y rencor hacia ellos (los musulmanes), hasta que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) los reunió en su mercado en Medina y les aconsejó, advirtiéndoles de que les ocurrirá lo que ocurrió a los Qoraysh en Badr (y esta es una prueba de que su consejo a ellos tendía a desactivar una guerra que estaba por estallar), aparte de que ellos, con un tono de desafío, ofensa e incitación a la guerra, dijeron: “Oh Mohammad, no te engañes a ti mismo porque has matado a un grupo de los Qoraysh que eran inexpertos en cuanto a la lucha, ya que si combatirás contra nosotros, te darás cuenta de que somos el pueblo elegido, y que nunca has encontrado a alguien igual a nosotros”[1].
Y poco después, estalló la guerra entre ellos; pues lo que pasó es que una mujer de los árabes trajo un rebaño suyo para venderlo, así que lo vendió en el mercado de Banû Qînqâ‘, y se sentó allí, ante una joyería. Entonces ellos empezaron a pedirle que descubriera su cara, pero ella se negó. Así que el joyero tomó la extremidad de su vestido (de ella) y lo ató en su espalda, de modo que cuando la mujer se levantó, se vieron sus partes privadas, por lo que empezaron a reírse y ella gritó. En aquel momento, un hombre de los musulmanes se dirigió hacia el joyero, que era judío, y lo mató. Acto seguido, los judíos mataron al musulmán para vengarse. Entonces la familia del musulmán gritó pidiendo socorro a los demás musulmanes en contra de los judíos, por lo que los musulmanes se enfadaron mucho y surgió la maldad[2].
La verdad es que llama mucho la atención la expresión que utilizó el historiador musulmán para describir este acto, con la palabra “la maldad”, a pesar de que los resultados de lo ocurrido, no fueron sino buenos; sin embargo, la conciencia islámica se expresa a sí misma en esta expresión que necesitan a quien les presta atención entre las líneas de los libros de Sira, Fiqh (Jurisprudencia islámica) y Usûl (fundamentos).
Ante este resultado, y después de que la minoría sobrepasó hasta este límite, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fue a ellos a la cabeza de un ejército de Muhâÿirûn (emigrantes) y Ansâr (auxiliadores), y rompió el acuerdo como ordenó Al-lâh en la Aleya siguiente: “Y si temes traición por parte de alguna gente, rompe con ellos en igualdad de condiciones; pues es cierto que Al-lâh no ama a los traidores.”[3]. Por lo tanto, los asedió durante quince días, y al fin, fueron expulsaos de Medina. ¿Acaso se puede reprochar al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) por expulsar a tales personas? Es el acto que se enfrenta con las penas más severas en las sociedades modernas; mejor dicho, tal vez se establecen, por ello, los casos de emergencia y las leyes excepcionales para mantener la seguridad en la sociedad.
Cuarto: ¿Qué hicieron los judíos de Banû An·Nadhîr?
Con respecto a los judíos de Banû An·Nadhîr; cometieron un crimen más cruel que el que perpetuaron antes sus hermanos Banû Qînqâ‘, y en un tiempo peor que el suyo. Pues, si los Banû Qînqâ‘ agredieron a una mujer musulmana y mataron a un musulmán, los Banû An·Nadhîr intentaron asesinar al mismísimo Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam). Y si los Banû Qînqâ‘ aparecieron después del triunfo de los musulmanes en Badr, los Banû An·Nadhîr se destacaron después de una serie de incidentes, a los cuales se expuso el Estado islámico; que comenzaron por la derrota en la batalla de Uhud, la cual es la derrota que animó a algunas tribus a amenazar el Estado islámico, como las tribus de Asad y Hudayl, y el engaño a los musulmanes en los incidentes de Ar·raÿî‘ y Bi’r ,el pozo de Ma‘ûna.
La situación con Banû Qînqâ‘ se fue haciendo cada vez mas tensa, al principio solo eran algunos actos de traición, que terminaron por generar la guerra; pues, a pesar del documento del pacto que ordenaba a los judíos no ayudar a nadie de los idólatras que combatían contra los musulmanes, sin embargo, Salâm Ibn Mishkam, jefe de los Banû An·Nadhîr, llevó a Abû Sufyân en uno de sus ataques fracasados contra Medina. Asimismo, los Banû An·Nadhîr incitaron a los Qoraysh a luchar y revelar informaciones sobre las condiciones de Medina[4]. Y parece que ellos pensaron que se trataba de los últimos momentos en la vida de aquel Estado, por lo que intentaron hacerlo caer.
No obstante, nadie los reprendió por esto, sino que lo que pasó es que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se reunió con ellos pidiéndoles participar en la Dîya [compensación que se paga a la familia del muerto] de dos hombres que uno de los musulmanes había matado por error. Y esto estaba estipulado en el pacto que había entre ellos. Acto seguido, ellos lo recibieron amablemente, le dieron la bienvenida y le pidieron una prórroga para traer el dinero. Pues, dijeron: “Sí, oh Abû Al Qâsim (nombre del Profeta), ha llegado el tiempo para que vengas a nosotros y nos pidas algo que necesites. Siéntate para que te demos de comer y lo que nos has pedido”. A continuación, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se sentó cerca de una pared en sus casas, y cuando lo vieron así, se consultaron entre sí para asesinarlo. Entonces el jefe del pueblo, dijo: “Nunca estará más cerca de así, echadle las piedras y matadlo, y nunca veréis algo malo”. De hecho, fueron a tomar una piedra enorme que tenían cerca, a fin de echarla contra él (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), pero Al-lâh detuvo sus manos, hasta que llegó Ÿibrîl (Gabriel, AS) y lo levantó de allí[5].
Luego, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) les ordenó salir de Medina por haber violado el pacto (concluido entre ellos), y por intentar traicionarlo, dándoles diez días de plazo. Efectivamente, ellos estaban por irse, pero ‘Abdul·lâ Ibn Ubaî Ibn Salûl –el jefe de los hipócritas- les incitó a quedarse, diciendo que no permitiría que ellos se fueran, incluso si se viera obligado a reunir a sus aliados árabes para luchar contra ellos. Aquí, Huyaî Ibn Ajtub –de los jefes de los judíos- mandó que ellos no se fueran, y con este rechazo, empezó la guerra.
El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) los asedió durante quince días hasta que desesperaron, e Ibn Ubaî Ibn Salûl no cumplió con su promesa, así que volvieron a pedir de nuevo salir, y el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) lo aceptó. Por lo tanto, salieron llevando todo lo que podían llevar; más bien, quemaron lo que no pudieron llevar con ellos para que los musulmanes no se aprovecharan de ello después[6].
Y una vez mas, vemos que este es el castigo más ligero que puede tocar a tales personas, quienes traicionaron más de una vez: dar hospitalidad a Abû Sufyân, revelar informaciones sobre Medina a los Qoraysh, traicionar el acuerdo y el documento, y luego intentar asesinar al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam).
Entonces, ¿acaso en esto se nota alguna crueldad, semi-crueldad o injusticia? Podemos imaginar este intento en nuestra época moderna, y cómo el Estado puede comportarse ante una minoría que cometió todos estos actos.
Quinto: ¿Qué hicieron los judíos de Banû Quraydha?
En el momento más difícil en la vida del Estado islámico, apareció la traición de los judíos de Banû Quraydha; pues, en el año cinco de la Hégira, se reunieron diez mil combatientes de las tribus de los árabes bajo el liderazgo de Qoraysh y Ghatfân, cuyo único objetivo era acabar con el Estado del Islam en Medina. El Estado islámico se enfrentó por primera vez a tal peligro y amenaza de destrucción, y no había salida ante unas fuerzas que sobrepasaban el número de todos los hombres en Medina. Salmân Al Fârisî (que Al-lâh Esté complacido con él) propuso excavar una trinchera, ya que los persas utilizaban ese sistema y los árabes aun no la conocían.
Acto seguido, se excavó la trinchera en el lado norte de Medina, el cual era el lado desprotegido ante el enemigo, mediante el cual podían entrar en Medina y amenazarla. Mientras que los otros lados, estaban fortificados e inaccesibles, los cuales representaban un obstáculo para cualquier ataque por parte de los enemigos; por ende, los hogares estaban adherido al lado sur, donde había una muralla con muros altos e inexpugnables. Hurra Wâqim estaba al este, y Hurratul Wabra[7] estaba al oeste, haciendo la función de fortaleza natural. Mientras que las fortalezas de los Banû Quraydha estaban en el lado suroeste, estas eran suficientes para asegurar la protección de los musulmanes. Además, entre el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) y los Banû Quraydha, había un acuerdo de no auxiliar a ningún enemigo contra él[8].
Así, Medina vivió sus días más difíciles por el bloqueo que se le impuso por parte de esas fuerzas abundantes; sufriendo severamente hambre, temor y frío, hasta que el Noble Corán lo llamó “temblor intenso”, pues Al-lâh dice: “Cuando os vinieron desde arriba y desde abajo y los ojos se salían de las órbitas, los corazones llegaban hasta la garganta y hacíais suposiciones sobre Al-lâh. Allí los creyentes fueron puestos a prueba y temblaron intensamente.”[9].
En dichos momentos, donde los Banû Quraydha custodiaban el lado sur de Medina, ellos violaron el pacto y se unieron a los enemigos de Medina; de modo que el lado del sur se volvió vulnerable ante los abundantes ejércitos que allí había, para invadir Medina, más bien, ayudó en el esfuerzo bélico de las partes, así que envió veinte camellos a sus ejércitos, llevando dátiles, cebada e higos[10].
Y si no fuera porque Al-lâh, el Altísimo, infundió el terror en los corazones de los combatientes e hizo fracasar sus planes, de modo que volvieron sin haber alcanzado su objetivo, después la condición sería diferente; por consiguiente, apenas el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) terminó la batalla de Al Ahzâb (los partidos, conocida también como la batalla de Al Jandaq –la trinchera), recibió la orden divina de luchar contra los Banû Quraydha, así que los bloqueó, y luego decretó entre ellos el juicio merecido de traición, que ni las legislaciones celestiales ni las costumbres terrestres niegan.
Esta es la historia de los judíos en Medina; así pues, ¿acaso destaca una duda de opresión, violencia o crueldad alguna?
Y para obtener una imagen más clara, vamos a imaginar que los judíos hagan eso en un Estado europeo, y pensamos qué es lo que podría ocurrir. Y cómo cualquier Estado puede tratar con una secta que coopera con los enemigos del mismo para irrumpir en las fortalezas, preparándose para apoderarse del Estado y matar a sus habitantes. Entonces, llegaremos a la verdad histórica y objetiva, o sea que los judíos gozaban de sus mejores condiciones cuando estaban bajo el gobierno islámico.
[1] Ibn Hishâm: As·sira an·nabawiyya 3/89.
[2] Ibn Hishâm: As·sira an·nabawiyya 2/47.
[3] [Sura Al-Anfâl (Los Botines de Guerra) 8: Aleya 58].
[4] Ibn Haÿar Al ‘Asqalânî: Fath Al Bârî 7/332.
[5] [At·Tabarî: Tafsîr (la interpretación de) At·Tabarî 10/102].
[6] As·sira al halabiyya 2/663.
[7] Barreras naturales que protegen Medina de sus lados este y oeste.
[8] Mohammad Faraÿ: Al ‘Abqarîyya al ‘askarîyya fî ghazawât ar·rasûl (La genialidad militar en las batallas del Mensajero), pág. 422.
[9] [Sura Al-Ahzâb (Los Coaligados) 33: Aleya 10-11].
[10] As·sira al halabiyya 2/647.
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